Están separados, pero consultan como padres de “los mellizos” porque no logran dejar de discutir. Han acordado tenencia compartida y los chicos de 7 años tienen juguetes, libros, ropas y “de todo” en ambas casas. El reclamo es porque la carga es despareja. Ella dice que se ocupa “absolutamente de todo” y queda agotada.
Él se dirige a mí, como si ella no estuviera y dice:
_ “Tenemos a los chicos mitad de la semana cada uno, pero no le alcanza”
Cuentan minuciosamente los detalles domésticos en cada casa. Ella tiene “una batalla campal” para que cada día se levanten y luego debe bañarlos y vestirlos a los apurones. Él cuenta orgulloso que ha logrado que los chicos sean autónomos. “Se visten y peinan solos. Hasta saben preparar un desayuno (sin fuego, claro)”.
Parece una contienda y él acaba de ganar el primer set.
_ “¿Se da cuenta?” Me dice triunfante, “¡le molesta que a mí me cueste menos!”
Ella se levanta furiosa y lo acusa con un dedo gritando:
_ “¿¡Y todo lo demás?!! “ “¡¿Quién les corta las uñas y quien los lleva al dentista? ¡¿Quien, cose los guardapolvos y les compra la ropa y los cuadernos?! ¿Quién los lleva a natación, les invita amigos, habla con las maestras? ¿Quién se queda si tienen fiebre? ¡¿Eh? ¡¿Quién?!
Sigue enumerando muchas cosas “extras” que ella hace, hasta quedarse sin aliento. Esta vez “gana” ella y busca mi aprobación con la mirada.
_ “Bueno” contesta él (molesto pero controlado) Pero cuando intento hacer alguna de esas cosas, me criticás porque las hago mal según vos. ¡Ojo si los llevo a la peluquería sin tu permiso!, ¡Ojo si les compro zapatillas que no querés! ¿o no? ¡Y así mil cosas!”
Seguirán en la siguiente entrevista. Por ahora veo que no se trata de consensuar y distribuir el peso de la crianza, sino de “ganar la pelea”
Falta un tiempo de trabajo en común para que puedan ser buenos socios como padres.
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